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Perdidos en Tokio
Buscando cómo encontrarse

En un mundo destinado a la desconexión, dos personas logran vincular sus insatisfactorias vidas creando un relato lleno de sensibilidad. Una cinta que nos hace cuestionar quiénes somos.

Perdidos en Tokio afiche

Perdidos en Tokio es el segundo filme de Sofia Coppola. Previamente había realizado su ópera prima Las vírgenes suicidas, que la consignó como una directora que sabe valorar el cine como un espacio emotivo, logrando transmitir ejemplarmente las turbaciones humanas.

Esta segunda propuesta cinematográfica, encabezada por Bob (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett Johansson), cuestiona cómo nos conectamos con el otro y cómo nos percibimos en una sociedad que avanza a pasos agigantados.

El relato se desarrolla en Tokio, Japón, donde dos norteamericanos (Bob y Charlotte) enlazarán sus dispares vidas con el afán de encontrar un poco de compañía.

Bob carga con una carrera en el cine y un matrimonio al que ya no le echa ganas. Charlotte, en cambio, es una joven licenciada en filosofía que se siente perdida y sin metas claras. Ambos no encajan en su propio mundo rodeado de convenciones sociales.

Scarlett Johansson y Bill Murray mirando televisión japonesa para una de las escenas de Perdidos en Tokio
Scarlett Johansson y Bill Murray en Perdidos en Tokio

Crítica social en las fibras sensibles  

Perdidos en Tokio es una película con una sensualidad que no se enmarca en lo evidente. Son los pequeños gestos, miradas y silencios los que generan un fuerte vínculo entre los protagonistas y a su vez, la atracción de la audiencia.

Hay un erotismo traslapado que se gesta en pequeños indicios como el roce de las manos, caricias en los pies o besos en la mejilla que emocionan más que cualquier escena de sexo.

El filme se construye en las pausas y en el desarrollo de un mundo estandarizado donde las formas y normas parecen plasmadas donde quiera que se mire. Es allí, en ese escenario frívolo —que perfectamente podría no ser Tokio, pero que se agarra de la diferencia idiomática para hacerlo más evidente— donde ocurre la inconexión.

En Perdidos en Tokio el visionado general es de una ciudad gris rodeada de letreros neón que no entendemos. La falta de calidez es evidente y la dificultad de hablar con los foráneos tensa todo. Incluso los compatriotas parecen hablar temas inverosímiles. No obstante, el desentendimiento no es solo en el lugar que están habitando, ni con las personas que los rodean, sino que también con sus propias vidas.

Solo logran conectar entre ellos. A pesar de la diferencia de edad, tienen en común la soledad y el insomnio. Pareciera que en un mundo copado de gente ellos son los únicos que realmente laten, incluso cuando la inexpresión de sus rostros es característica. En efecto, parecen los únicos con alma, un alma que a lo largo de la película se va exteriorizando y los rebosa al punto de mostrar sonrisas genuinas.

Perdidos en Tokio es un reflejo de la inconexión latente en nuestra sociedad. Un llamado a dar cauce a nuestras vidas sin caer en la alienación.

Scarlett Johansson en Perdidos en Tokio
Scarlett Johansson en Perdidos en Tokio

Otros detalles importantes

Si bien Perdidos en Tokio es un éxito por el excelente guion de Coppola, sus actores lograron el triunfo definitivo. Murray ya contaba con varios años de cine encima, mientras que Johansson apenas tenía 18 años. A través de un delicado lenguaje corporal y una sensible actuación, logra una de las mejores interpretaciones de su carrera —la que luego lograría superar con su rol en Historia de un matrimonio—.

Junto a ella también hay otros jóvenes actores que destacaron desde sus roles secundarios. Giovanni Ribisi interpretó a un excéntrico fotógrafo adicto al trabajo, mientras que Anna Faris encarnó a una joven actriz con una ascendente carrera en el cine. En breves minutos en pantalla, ambos consiguieron ser un fiel reflejo de la banalidad y el absurdo del mundo, con un desplante digno de aplausos.

Ahora bien, la belleza de la cinta e incluso el toque más sensitivo y patente de la obra es responsabilidad de un soundtrack delicadamente seleccionado.

Este está compuesto por temas de Kevin Shields, The Jesus & Mary Chain, Phoenix –cuyo frontman es marido de Coppola– y Air. De estos últimos destaco el tema Alone in Kyoto que a mi juicio es una excelente representación de la curiosidad de la protagonista, así como de su personalidad y las capas que la componen.

Según la BBC Perdidos en Tokio ocupa el número 22 en la lista de las 100 mejores películas del siglo XXI y generó tan buena recepción después de su estreno en el Festival de Venecia y el Festival de Toronto que fue nominada a cuatro premios Oscar, cinco Globos de Oro y ocho Bafta.

¿Dónde ver Perdidos en Tokio online?

Puedes ver esta película en la plataforma de streaming de Amazon Prime Video.