El Hoyo
La cruda competencia por la vida
En una celda vertical, sus habitantes deberán luchar por su vida a través de la fatiga, el hambre y el asesinato. Un relato que expone los cuestionamientos más complejos a los que se enfrentan los individuos en sociedad.
En medio de un desorientado despertar, el joven Goreng (Iván Massagué) se encuentra a sí mismo en una celda de cemento. Esta tiene un espacio en medio: El hoyo. Esta será la escenografía que por 94 minutos nos llevará a un paseo marcado por el horror, la desilusión y la sorpresa.
En el edificio vertical de monótono y gris hormigón, nos damos cuenta que la celda es en realidad un piso y que tal como él, existen decenas de personas viviendo en este desolado y angustiante lugar.
El edificio se conocerá más adelante como el “Centro de autogestión vertical”, un espacio cuya utilidad y finalidad se cuestionan a lo largo de la película. Lo único certero en esta historia es la cruda realidad en la lucha por la supervivencia.
Con esta propuesta se lanza el director español Galder Gaztelu-Urrutia en su primer largometraje. El Hoyo pone en tensión la empatía, el individualismo y muchas otras de las problemáticas éticas que aquejan a las personas y a su vida en sociedad.
El Hoyo
En el nivel número 48, Goreng conoce a su compañero de celda, Trimagasi (Zorion Eguileor), un viejo hombre que en una tranquila pero escalofriante conversación le hace comprender la situación en la que se encuentran.
Todo se complica cuando Goreng se entera que sólo puede comer cuando una plataforma, que lleva la comida a todos los pisos a través de El hoyo, se detiene en su nivel por dos minutos.
El problema principal se desarrolla en torno a la idea de que la plataforma con comida es llenada una sola vez antes de descender, por lo que empieza una despiadada lucha por sobrevivir.
La Plataforma
Tanto Goreng como la audiencia comprenderán mientras transcurren los minutos que lo que ocurre en ese lugar es mucho más siniestro de lo que parece. Al descender la plataforma sólo una vez, las personas tomarán la mayor cantidad de comida que puedan.
Nuestra ansiedad crece cuando nos damos cuenta que el alimento no es suficiente. ¿Qué pasa con las personas de los niveles inferiores? Nos preguntamos a la par con el protagonista, quien dentro de su inocencia e ingenuidad iniciará una lucha por la equidad.
Sin embargo, el deseo de querer convivir de la mejor forma posible con los otros habitantes del edificio empieza a desaparecer a medida que el joven Goreng comprende que solo puede velar por sí mismo. De esta forma la historia dispone ante la audiencia uno de los dilemas morales más antiguos de la historia: la individualidad.
Sobrevivir o creer
Una vez al mes quienes dirigen el centro duermen a los habitantes y los cambian de piso. Sólo la suerte decidirá si un día despiertan en el piso 9 o en el 131.
En esta modalidad vivimos con el joven Goreng los dilemas que enfrenta como prisionero, donde su único objetivo es sobrevivir a los meses que le restan para liberarse.
Dentro de esta espera conoce a Imoguiri (Antonia San Juan), la funcionaria que llenó su ficha de inscripción al entrar al centro. En ella intenta buscar respuestas para comprender la finalidad de este macabro y horroroso lugar.
Con el pasar del tiempo llega a comprender que la visión de esta mujer recae en la fe por la humanidad, en la creencia de que con comunicación y organización, todos podrían sobrevivir como sociedad.
Esta semilla se planta en la cabeza del joven Goreng como la única finalidad para poder terminar con el desgarrador experimento. A pesar de los terribles dilemas filosóficos que deberá resolver a lo largo del relato, esta premisa será el hilo conductor en la reflexión final de El Hoyo.
¿Dónde ver El Hoyo online?
La película está disponible para ver en Netflix.