Private Life es una comedia dramática sobre adultos desesperados por concebir. Muestra íntimas dinámicas de pareja en medio del agotador proceso.
A pesar de contar con solo tres películas, la directora norteamericana Tamara Jenkins ha creado una especie de sello propio. Historias muy humanas, comedias dramáticas sensibles y una mirada madura a las relaciones interpersonales. Es lo que caracterizó a The Savages y, más de diez años después, lo que vuelve a ofrecer con Private Life.
Esta vez la historia se centra en Rachel (Kathryn Hahn) y Richard Grimes (Paul Giamatti), una pareja mayor de artistas neoyorkinos que está buscando desesperadamente tener hijos. La película se centra en los distintos intentos del matrimonio por lograrlo, sea cual sea la forma, mientras el tiempo se les acaba.
Las múltiples maneras de procrear
Inyecciones de hormonas, vientres de alquiler, adopción, conteo de espermatozoides, fertilización asistida y mucho más. Los Grimes han intentado todo y no quieren rendirse.
Private Life inicia con Richard inyectando a Rachel, una práctica que podría parecer inusual, pero a la que el matrimonio está más que acostumbrado.
Cuando una nueva visita a la clínica de fertilidad les anuncia que la extracción de esperma de Richard no pudo ser implantada en los óvulos de Rachel, la pareja se topa con un obstáculo. Una vez más han fracasado, y la opción que les recomiendan es la de encontrar una mujer que aporte un óvulo y que Rachel pueda llevar a cabo el embarazo.
Es complicado, pero los Grimes necesitan concretar el plan que lleva años desgastándolos. En el entretiempo, siguen las pruebas y están en todas las listas de adopción, pero ahora están en busca de la donante idónea.
La esperanza en forma de mujer
La respuesta llega casi automáticamente. Sadie (Kayli Carter), la hijastra del hermano de Richard, una universitaria independiente con aspiraciones literarias, le pide al matrimonio quedarse con ellos unos días en Nueva York. Los admira y los considera sus “tíos cool” y cuando ellos finalmente le hacen la propuesta, la joven se emociona y no se demora en aceptar.
Es así como el trío se embarca en una serie de procedimientos que facilitan el esperado embarazo.
En el entretiempo, tienen que enfrentar a los padres de Sadie, someterse a innumerables pruebas y acompañarse en la atípica situación que los convoca, mientras sus lazos se estrechan cada vez más.
Límites en las relaciones y vidas personales
Lo refrescante es cómo Private Lifeevita los clichés que podrían anticiparse. Sadie nunca se arrepiente de su decisión, ni tampoco los Grimes. No forman una relación entre los tres ni nadie tiene intenciones ocultas con el acuerdo. Todo está transparentado y conversado.
Lo que pareciera importarle a Tamara Jenkins son las cosas menos obvias. Los espacios entremedio de aquellos clichés. El estado de la relación frente al desgaste. La preocupación por el nivel de dependencia que está teniendo el matrimonio con la joven. La intimidad de una convivencia acordada. El apoyo cuando el proceso se vuelve desgastante. El extraño sentimiento de alivio cuando algo sale mal. Remar hacia adelante entre tres.
Es una mirada madura, clara e inteligente a las relaciones interpersonales, que demuestra que dinámicas atípicas pueden funcionar mientras las partes estén de acuerdo.
Una película contundente, que pone a sus personajes en situaciones complejas y no hace juicios morales. Le entretiene observarlos en el proceso que los tiene involucrados, con humor, atención por los detalles y mucha empatía.
Es una constatación de que Netflix está interesado en invertir en dramas adultos con temáticas poco explorados y de que historias curiosas pueden volverse fascinantes si se examinan con cuidado e interés.