La serie escrita y protagonizada por Phoebe Waller-Bridge se ganó la ovación de la crítica. Fleabag juega con los límites de la ficción, creando un retrato íntimo y audaz.
El universo de Fleabag parece estar en constante autodestrucción: dice lo que no debería decir, ríe cuando no debería reír y se acuesta con quien no debería acostarse.
La inglesa Phoebe Waller-Bridge, creadora y protagonista de esta serie, nos muestra la vida de una mujer londinense de 33 años, de personalidad irreverente y de apetito sexual voraz.
Fleabag sorprende por la honestidad del personaje principal, que a menudo habla directamente a la cámara, haciéndonos cómplices de sus atrevidos pensamientos. “Voy a tener sexo con el primer hombre que cruce esa puerta”, por ejemplo.
Esta ruptura de la cuarta pared o diálogo directo con el público, además delata una desconexión con las personas que la rodean: Su hermana Claire (Sian Clifford), su padre (Bill Paterson), su asqueroso cuñado (Brett Gelman) y su madrastra narcisista (Olivia Colman). La conducta de Fleabag –sí, ese es el nombre de la protagonista– indigna constantemente a todos ellos.
A eso se suma la culpa que carga por la muerte accidental de su mejor amiga Boo (Jenny Rainsford), un dolor que cruza toda la serie. Fleabag lo intenta calmar con sexo, pero no basta. Además tiene que cargar sola con el negocio que habían levantado juntas: un café temático de cobayas.
La serie cautivó al público. En Rotten Tomatoes, por ejemplo, ostenta un 100% de aprobación por parte de la crítica especializada y un no despreciable 97% de la audiencia general. Además ha ganado premios como el de Mejor Serie y el de Mejor Actriz —Musical o Comedia— en los Globos de Oro 2020, y seis premios Emmy en 2019, entre otros.
Segunda Temporada: Tentación y culpa
Si en la primera temporada Fleabag nos dio una probadita de su embragiadora pócima, en la segunda nos intoxica hasta volvernos adictos. Es un vicio seguir la historia de esta mujer, siempre con una risa tensa y una dosis importante de vergüenza ajena.
La segunda entrega nos muestra una protagonista más tranquila, que intenta controlar sus impulsos, aunque se le hace muy difícil. Los personajes secundarios toman protagonismo y se incorpora un factor religioso que vuelve todo aún más culposo.
Tres escenas clave. La primera, la cena familiar del primer episodio, donde todos esperan que Fleabag arruine la velada y ella no nos decepciona. Termina limpiándose la sangre de la cara en el baño del restorán.
La segunda, el retiro femenino de silencio al que asisten con su hermana Claire, por invitación de su padre. Tienen que estar calladas mientras realizan labores domésticas. “¡¡Zorras!!”, les gritan desde el refugio contiguo, donde se tratan hombres con comportamientos misóginos. La situación es tragicómica y nos habla sobre los roles de género, un tema que siempre está patente.
Por último, cómo no mencionar al cura (Andrew Scott), con quien establece, como nunca antes en la serie, una conexión de intimidad. “¿A quién le hablas?”, le pregunta él cuando Fleabag se dirige a la cámara. Desconcertándola a ella y a nosotros. Una genialidad.
Además, no quisiera adelantar, pero ambos comparten en el confesionario de una iglesia, una escena ferviente como el infierno. Amén por eso.
¿Qué significa Fleabag?
La traducción literal es bolsa de pulgas y es una término informal en inglés para referirse a una persona o animal de aspecto sucio, o que está infestado de pulgas.
Además Fleabagera el apodo familiar de la creadora de la serie. Decidió llamar así al personaje, aún cuando en diversas ocasiones ha asegurado que no se trata de un trabajo autobiográfico, aunque si muy personal.