Suits es una serie dramática creada por Aaron Korsh para USA Network. Estrenada originalmente en 2011, tiene nueve temporadas en total.
Para hablar de Suits me remontaré a uno de los ramos más interesantes que tuve la oportunidad de cursar en mi época universitaria. Este se llamaba Estética de la comunicación y recuerdo que en él, estuvimos durante un semestre completo debatiendo sobre qué es la belleza.
Nunca logramos ponernos de acuerdo del todo, pero cuando vimos algunas imágenes de gente u objetos bellos, siempre estuvimos de acuerdo en que lo eran.
No quiero extenderme escribiendo sobre los cánones de belleza, pero a la hora de pensar en Suits, el primer concepto que viene a mi cabeza es que definitivamente es una serie bonita.
¿De qué se trata Suits?
La serie narra las historias de un importante bufete de abogados en Nueva York e inicia siguiendo a dos personajes fundamentales para la trama.
Mike Ross (Patrick J. Adams), un talentoso ex estudiante de derecho, expulsado de Harvard tras ser sorprendido haciendo los exámenes de otros estudiantes a cambio de dinero; y Harvey Specter (Gabriel Macht), uno de los abogados más importantes de la ciudad.
En un encuentro casual y vertiginoso, Harvey queda impresionado por la genialidad de Mike, y lo contrata incluso cuando sabe que el joven prodigio no ha terminado sus estudios. De ahí en más… la serie solo sabe de drama, acción y muchos conflictos.
¿Por qué es una serie “bonita”?
Para sus creadores es una serie “bonita” porque, en primer lugar, les reportó un tremendo éxito, principalmente en Estados Unidos. Sus nueve temporadas al aire son un antecedente claro de un trabajo bien hecho. Sobre todo considerando que sus 138 episodios totales reportan lo que sea, menos aburrimiento.
También Nueva York (donde se ambienta la ficción) es una ciudad “bonita” desde donde se le mire. Y aunque la serie fue filmada principalmente en Canadá por razones de presupuesto –excepto el piloto–, ese aire a Manhattan, Central Park o Grand Central Terminal está siempre presente, aunque no a la vista.
No me refiero a las ansiosas calles de Woody Allen. Hablo del vértigo y la velocidad de la ciudad, el tráfico de sus calles y el predominante metal y vidrio de los edificios. Todo acompañado por esos ascensores que suben y bajan sin descanso, donde los personajes suelen hablar de cosas tan importantes… o al menos en Suits, siempre lo hacen.
Lo anterior se mezcla a la perfección con la trama y los conflictos que enfrentan los protagonistas.
Una serie de entretención ¿sobre abogados?
¡Atrás con los prejuicios! Que no se les pase por la mente ni por un segundo que los litigios legales, engorrosos, técnicos, intrincados y hasta profundos pueden ser un obstáculo para entretenernos.
En términos sencillos, hay gente que tiene grandes problemas principalmente de dinero, ¡pero muuucho dinero!. Y los protagonistas, casi todos abogados, cobran dinero… muuucho dinero por ayudarlos.
Aunque casi nunca hay asesinatos, desmembramientos ni nada por el estilo (lo siento fanáticos de Game of Thrones), cada episodio termina siendo de vida o muerte para sus protagonistas.
¿Aspiracional? Un poco.
¿La música? Top.
Qué otra cosa podemos esperar si aquí todos son muy guapos, inteligentes y con buen gusto.
Los protagonistas
Finalmente llegamos al centro del universo Suits: sus protagonistas. A primera vista es un grupo de dioses griegos (excepto Louis, aunque también tiene lo suyo).
Ellos, como bajados del Olimpo, están vestidos a medida y tienen tanto o más estilo que el mismísimo Barney Stinson de How I Met Your Mother. Ellas, en un constante desfile de vestidos tan ajustados que no les permiten –me imagino– ni agacharse a recoger un lápiz.
Todes se desplazan ágiles, seguros de sí mismes y con muy poco tiempo disponible para otra cosa que no sea trabajar. En parte, son estos atributos los que hacen que la serie tenga un ritmo tan especial para narrar los triunfos y desdichas de los personajes. Algo que siempre se agradece, sobre todo considerando que se trata de un producto de entretención.
Lo anterior se justifica y sirve de acompañamiento para personajes complejos, algunos bastante estereotipados, pero siempre con algún nivel de profundidad.
Lo que siempre impera en ellos es la disyuntiva de tener que elegir actuar desde el corazón o desde la cabeza. Ser un buen abogado o ser un buen ser humano.