Weeds satiriza el narcotráfico en un suburbio californiano, con una antiheroína memorable y un humor inteligente e irreverente.
Visto desde hoy, que debutara una serie como Weeds en 2005, pareciera una anomalía. En una época más conservadora y que le daba menos espacio a las mujeres en la pantalla, apareció una serie que trataba sobre una ama de casa suburbana que tras quedar viuda decide vender marihuana para subsistir.
No solo eso, sino que Nancy Botwin, la protagonista, se transforma en una antiheroína tal como Tony Soprano y otros hombres que tenían el permiso de ser complejos. Y Weeds, además, era muy cómica.
Le fue fácil diferenciarse y convertirse en una de las series más originales y comentadas del momento. Ganó Emmys y el Globos de Oro a Mejor Actriz; siguió por ocho temporadas y se volvió un hit para su canal, Showtime.
Narcotráfico en los suburbios
La trama de Weeds era improbable e irreverente. Tras la muerte de su esposo, Nancy (Mary-Louise Parker), decide que vender marihuana en sus acomodados barrios californianos será la mejor forma para enfrentar sola la crianza de sus dos hijos: el adolescente Silas (Hunter Parrish) y Shane (Alexander Gould), un niño antisocial. Uno pensaría que partió casi como una broma, pero Nancy reconoce que es buena en el negocio, se empodera y empieza a crecer.
Si al principio vendía un paquete de hierba discretamente a un padre del colegio en un partido de fútbol, con el pasar del tiempo Nancy terminaba escondiendo kilos de heroína en su casa para ayudar a un gánster armado que la chantajeaba y quería tener sexo con ella. Nociones como la de la “mala madre” eran puestas a prueba, viendo cómo Nancy abandonaba a sus hijos cuando más la necesitaban y actuaba de formas cada vez más impulsivas.
Weeds era una comedia negra inteligente y refrescante, que mostraba con normalidad cosas que parecíamos ser muy pudorosos para ver en pantalla hasta entonces. Satirizaba a los acomodados, hacía una crítica política y, por sobre todo, se reía de las formas en que la gente busca sobrevivir en un mundo plástico y agobiante, donde todas las reglas parecen estar fijadas en piedra.
Weeds cambia de escenario
Nancy navegaba su peculiar trabajo, su maternidad intermitente y lo que quedaba de su vida personal, mientras se metía en terrenos cada vez más peligrosos.
Con el paso de los episodios su ambición aumenta y, a pesar de sus dilemas morales, sigue adelante. Cuando tiene que abandonar los suburbios y dejar su vida atrás, la serie se traslada a México llevándose a un par de personajes y cambiando el escenario por completo. Allí, Nancy se involucra con un cartel de drogas.
Las tramas en las que se envuelven los Botwin se vuelven cada vez más radicales, y después de que Nancy tiene un hijo con un narcotraficante internacional y pone en peligro a su familia, debe escapar de nuevo. La serie nuevamente se traslada, abandonando con valentía lo que que era y sin mirar atrás.
Weeds iba cambiando su forma por completo, y si primero llegaban a un hotel de Seattle donde los Botwin asumen nuevas identidades, la sexta temporada terminaba siendo un roadtrip que visitaba distintos lugares.
Weeds no terminaba de asentarse cuando volvía a destruir todo y su séptimo ciclo ocurría en Nueva York, para concluir con una última temporada en Connecticut, con la hermana de la protagonista.
Un viaje turbulento
Pero no todo funcionaba. Desde la mitad de la serie en adelante, las tramas eran cada vez más absurdas y los personajes, más tontos. Los finales de temporada, antes creativos y emocionantes, ahora eran poco verosímiles. La productora ejecutiva Jenji Kohan (Orange is the New Black) había dejado la serie y Weeds ya no tenía dirección. Pero se rehusaba a morir.
Se sentía cómo una serie que antes había estado muy segura de sí misma perdía su rumbo y se topaba con obstáculos, pero seguía adelante. Irónicamente, como su protagonista.
Nos mostraba las consecuencias de llevar las cosas demasiado lejos. Weeds es quizás una lección en imprudencia y las mismas reflexiones que se puede tener respecto a las drogas aplican a esta serie de comedia.
¿Cómo sabemos cuándo tenemos que parar? ¿Por qué seguimos ahí si ya no nos gusta? Quizás no es bueno permanecer en algo que nos hace daño solo porque alguna vez nos causó placer. Pero pensamos en los buenos tiempos y todo pareciese justificarse. Entendemos por qué llegamos a este punto. Y, aunque haya un par de arrepentimientos, sabemos que se trató de un encuentro con algo especial.